20080420

Otro muerto

Me desatasqué. Y en menos de dos días. La clave la encontré, cómo no, en otra película de Saura, "Elisa, vida mía", que acababa de ver por primera vez. Lo que hice fue agregar otro cadáver. El crímen es siempre un recurso convencional, pero inspirador. Mi profesor de cine en la universidad solía asegurar que casi el 90% de trabajos de curso de los alumnos giraban en torno a un asesinato. Quizás las maquinaciones que uno mismo ejerce y asume a la hora de crear una historia, reciben interpretaciones diferentes en épocas distintas. Es que somos por etapas. Al menos yo soy por Etapas. No sé hasta qué punto el impulso primigenio por el crímen pueda ser capaz de sustentar la validez o verosimilitud de una historia. En todo caso, el crímen es sólo una de las múltiples caras de la pasión. Durante muchos años se me dio por pensar que los seres humanos no estábamos hechos de sentimientos, sino de impulsos. El aparato sensitivo se orienta y empieza a desarrollarse a través de una pulsión cerebral. De este modo, el amor no sería lo principal, sino la pasión. Los sentimientos vienen mucho después. Y lo que es curioso, la pasión también posee muchas caras. La mayor parte de las veces es engañosa, una falacia desprovista de omnipresencia. La misma pasión desaforada por querer o por poseer a alguien es la misma que conduce al instinto de matar. Entonces, lo realmente importante es la pasión. Por consiguiente, la pasión es un crímen, y por lo tanto, todos somos criminales, asesinos, crápulas, victimarios sentimentales. No es una mera chapuza para contener la avalancha creativa que se desata al colocar un cadáver. Un muerto está ciego, y ciega todo lo que está a su alrededor. Cuando aparece de pronto, por ejemplo, en una carretera olvidada, nadie puede asegurar a ciencia cierta las historias que guarda. Se encuentran clausuradas dentro de él, y jamás conseguiremos respuesta. Podemos investigar los hechos, las motivaciones, pero nunca obtendremos el punto de vista del muerto. El afectado se queda sin audiencia, sin posibilidades de defender las pesquizas o de censurarlas. No tiene ni voz ni voto, y eso, por desgracia, es muy frustrante. Demasiado. No me atrevería a recomendar a quien le apetezca ser escritor a colocar cadáveres alrededor de su argumento, cada vez que sufra un atasco de creatividad o de inspiración. No porque ya existan en el mundo suficientes escritoras especializadas en bibliotecas del crímen (las mujeres son más pasionales que los hombres, por ende, sus perspectivas criminalisísticas, y sus historias, son mucho mejores), sino porque es lo que yo pienso hacer, a partir de hoy.

1 comentario:

Anónimo dijo...

imagino a los budistas, impertérritos, estoicos. Supongo que ellos como paradigmas de la excepción, no asesinarían a nadie, a menos que tengan que defender su vidas. Esto último no me resulta definitivo. Al fin las pulsiones humanas son tan impredecibles.


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(Olvidé decir antes que hay canciones extraordinarias en tu playlist. Me voy a registrar..., Rosemari es un tema excelso).