20080819

Segundo debut

Después de un innecesario e improductivo periodo de abstinencia, empezaba a darle vueltas a la justificación perfecta para retomar las crónicas. No la encontré. A cambio, reformulé el drama y el calendario giró entonces a la búsqueda de algún párrafo introductorio que redujera de manera concisa el traspiés de la carencia de inspiración. Fue inútil. ¿Cómo encontrar la excusa y el hilo conductor de una historia que jamás estuvo pendiendo de un hilo, sino de varios? El resultado tiene un nombre. Lo descubrí después de chapalear en el pantano de los placeres de la autosugestión hidropónica. Fue entonces cuando apagué las luces y me desparramé sobre el colchón a pensar en por qué, cuándo, cómo y con quién.

¿Por qué? Acojonamiento progresivo por consecuencia de la baja autoestima (en todos los ámbitos del yo, el super yo y demás vínculos psicosociales).

¿Cuándo? Antes de mi cumpleaños (los peores sucesos ocurren siempre ad portas de mi cumpleaños, el cual se ubica justo a mitad del almanaque y por lo tanto, divide mi temple en dos, cual corte de naipes en manos de gitana de tribu inexistente).

¿Cómo? El submarino en invierno se hace insoportable. En verano también solía serlo, pero la peluca blanca del cielo limeño se torna perpetua y escalofriantemente larga.

¿Con quién? El sentimiento de solidaridad me impide ponerme de parte de alguno. El único que se quedó adherido como una enfermedad terminal, fue Álvaro.

La gelatina de limón está endurecida y recubierta por una capa mohosa, más por el invierno que por la descomposición. Pero está más verde que nunca, eso sí.