20080417

Ya no

Me gustaría decir que tengo abiertas las ventanas de par en par. No puedo, porque sólo tengo una. Por eso abro también la puerta. No me interesa que los de abajo puedan escucharme. Desde que vivo aquí, jamás han evitado tener la misma consideración. Existe, después de todo, cierta comunión entre la radio de bajo y la música de mis dos pequeños parlantes, desde que se averió el amplificador. Por las mañanas es el casero quien me despierta, como solía hacerlo mi padre, poniendo música de la nueva ola. Por las tardes, cuando termino de escribir y estiro las piernas, coloco algo gratificante, porque por las noches se me da por la opresión. Debería escribir algo sobre música para cada hora del día, para la mañana, para el mediodía, para la noche y para la madrugada, pero ese no es el punto. El punto es que te estás demorando.


Me enerva esperarte. Ya sé que tu también lo haces, pero yo quiero hacerte esperar. Porque me da la gana. En cambio, tú te demoras porque quieres. Porque nunca sabes dónde tienes la cabeza. Porque te quedas dormido. Sé que debería ser un poco más condescendiente. Trabajas demasiado. Al menos tienes un ingreso fijo. Yo no. Ahora que lo pienso, el que debería esperarte soy yo. Sin embargo, no lo haré. Sólo espero cuando estoy de novio. Este no es el caso. Tampoco quiero que lo seas, lo nuestro no funciona de ese modo. La radio de abajo se arranca con un shalala inidentificable. Aquí, Imani Coppola y sus únicas once canciones ya se están acabando. ¿Qué habrá sido de esta chica? ¿Por qué, como siempre suele sucederle a cantantes como ella, sufrió también la usura de una discográfica multinacional? Pero ese tampoco es el punto.


Por eso ya no te voy a esperar. Porque el hambre apremia y la consigna es ayunar.

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